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Último caso de Poliomielitis en América

Hace 24 años, en Perú, un niño de dos años enfermó de poliomielitis, hecho que motivó el lanzamiento de una gigantesca campaña de vacunación.

Esta enfermedad es causada por un virus que invade el sistema nervioso y puede causar parálisis. El agente infeccioso ingresa al organismo por la boca, al ingerir agua y alimentos contaminados con materia fecal, y se multiplica en el intestino. Su acción lleva a la destrucción de las neuronas encargadas del control de los músculos.

El último caso es el narrado en Perú. Desde que Jonas Salk en 1955 y Albert Sabin en 1961 obtuvieron las primeras vacunas contra la poliomielitis, el Programa Ampliado de Inmunización de OMS / UNICEF permitió vacunar a más del 80% de los niños de todo el mundo, con el resultado de que la enfermedad fue retrocediendo hasta desaparecer en vastas regiones de la tierra.

En 1988 la Asamblea Mundial de la Salud estableció como meta la erradicación mundial de la poliomielitis para el año 2000. En la Argentina el primer brote grave ocurrió en 1956, año en que el número de casos fue aproximadamente de 7.000 y la mortalidad del 10%. Debe destacarse que, debido a una coordinada y constante acción inmunológica, no se registra en el país ningún caso de poliomielitis desde el año 1984.

Qué hay que saber sobre poliomielitis

Los niños menores de cinco años son los principales afectados y los síntomas iniciales son fiebre, cansancio, dolor de cabeza, vómitos, rigidez del cuello y dolores en los miembros. Una de cada 200 a 1000 infecciones produce una parálisis irreversible (generalmente de las piernas), y un 5 a 10% de estas personas fallece al paralizarse los músculos respiratorios.

No existe un tratamiento específico para la enfermedad, sino que se utilizan medidas de sostén durante la fase aguda de la patología, para conservar las funciones vitales. La vacunación es la principal medida preventiva. La inmunización Salk, elaborada a partir del virus inactivado, se aplica por vía intramuscular; mientras que la Sabin contiene el virus vivo pero atenuado –que entonces no puede provocar una infección duradera– y se administra por vía oral. Ambas requieren un esquema mínimo de tres dosis para alcanzar una protección efectiva y se administran a los lactantes, a partir de los dos meses de vida, solas o en combinación con otras vacunas obligatorias en la infancia.