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Primera aplicación de la Vacuna BCG

Desde aquel 1º de Julio de 1921 cuando Albert Calmette y Guerin aplicaron la primera vacuna BCG por primera vez utilizando una forma atenuada del bacilo bovino, la tuberculosis, una de las enfermedades que más azotó a la humanidad durante varios siglos, logró ser controlada, prevenida y hoy, en algunas partes del mundo, casi erradicada.

En nuestro país, la tasa no es homogénea: es más alta en la zona norte (Jujuy y Salta), más baja en las provincias de La Pampa, Tierra del Fuego y San Luis con menos de 20/100.000, y casi inexistente en Capital Federal.

Más allá de la utilidad en la prevención de la tuberculosis infantil, los descubridores de la ya famosa BCG no imaginaron siquiera la multiplicidad de usos que se les da en la actualidad en el tratamiento del cáncer de colon, en la terapéutica contra el cáncer superficial de vejiga, como inmunoterapia en el cáncer en general, y últimamente se ha establecido su uso en el asma.

 

Las vacunas son una de las principales medidas para prevenir enfermedades infecciosas, en especial en los bebés y niños pequeños. Ellos corren mayor riesgo de desarrollar cuadros graves por no tener defensas suficientes.

Por eso resulta fundamental protegerlos antes (mediante la vacunación de la madre) y luego de nacer (aplicándoles las vacunas del Calendario Nacional de Vacunación correspondientes).

Las vacunas allí contempladas son un derecho y una responsabilidad de todos. De esta manera, la población se mantiene sana. Esta vacuna es gratuita, segura y efectiva.

Luego de su aplicación, es común que se forme una pequeña elevación de la piel (nódulo) y deje una cicatriz en el sitio de aplicación. Si bien esta es la evolución más frecuente, el nódulo y la cicatriz no se forman en todos los niños vacunados.